¿Te interesa descubrir una técnica artística única e innovadora? Te invito a explorar mi colección.
Cada una de mis obras está creada mediante un proceso de decoloración de papel oscuro utilizando lejía (cloro/lavandina) y agua. En algunas piezas podrás apreciar los colores naturales de flores y hojas secas, pero jamás empleo pintura.
obras ORIGINALES en venta
OBRAS SOLO DISPONIBLES EN LÁMINA
LÁMINAS
LIBRETAS
SOBRE MI TÉCNICA
La lejía doméstica es un compuesto químico (5% de hipoclorito de sodio con agua) fuertemente oxidante. Tiene múltiples usos gracias a su poder desinfectante y decolorante. Dependiendo de su concentración es corrosiva, “se traga” los compuestos químicos coloreados. Y si la empleas sobre papel éste se decolora y también se vuelve más frágil y propenso a rasgarse o romperse.
Apenas he encontrado artistas que se dediquen a lo mismo que yo. Con esta soledad el proceso de exploración sigue siendo arduo. La ausencia de referencias provoca que me estanque y reactive sin más control que el de mi voluntad. Es difícil progresar con una técnica tan simple y desconocida y nunca poder encontrar el papel que compré anteriormente. Las fórmulas que utilizan los fabricantes para tintar el papel varían en cada paquete de producción. Mis obras son únicas porque son el resultado de una circunstancia y un material irrepetibles.
Y luego sucede esa cosa curiosa que supone «no pintar» sino despintar: ir rasgando para descubrir las entrañas de un simple papel negro. Finalizado el proceso de secado aparecen los colores definitivos, y siempre son sorpresa. Me sigue resultando sorprendente que un líquido corrosivo, mezclado con agua y mucha paciencia pueda originar que un papel negro “saque de dentro de sí” tonos tierra, rojizos, anaranjados, ocres incluso amarillos y a veces blancos.
Los colores ocre y negro son fundamentales en mi obra. Al combinarlos puedo crear contrastes entre una fuente de luz dirigida (que puedo modular) y las sombras profundas que ya vienen dadas por el papel. El tipo de papel con el que trabajo ha de ser necesariamente oscuro para que represente las sombras y se produzca un contraste con las luces. Este juego de luces y sombras aporta tridimensionalidad a las obras y me ayuda con lo espiritual y lo misterioso.
He logrado dominar esta técnica a través de la experimentación y la exploración de sus posibilidades. Pero sobre todo porque tengo una paciencia y un amor infinito por el arte.
Sobre MÍ
Me comunico con el mundo a través de lo que hace la gente, especialmente en el ámbito de las artes. Tengo un vínculo muy profundo con el cine, la música, la pintura y la literatura; todos los días necesito algo de ellas para sentirme mejor.
Me encanta ilustrarme, hacer introspección e iniciar un diálogo sigiloso con la realidad para plantearme cuestiones y hacerme propuestas.
La fantasía confiere brillo a las ideas, la memoria les infunde estabilidad y la pasión es lo que les da vida.
Creo que si algo pretendo al mostrar mis obras es que el espectador conecte con algo interior. Generalmente retrato emociones particulares, momentos de inflexión, situaciones en las que prevalece la seriedad y la toma de conciencia. Mis personajes son variados pero están unidos por su condición, por su fuerza, su resistencia, su coraje, su fraternidad, su ternura y su esperanza.
Me centro en la mirada porque es la primera señal que damos para comunicarnos. Hay tantos tipos de mirada: con las pupilas dilatadas, desafiante, triste, entusiasta... Los ojos son el punto exacto donde se mezclan cuerpo y alma.
Me parece importante reconstruir los recuerdos pues todo lo que pensamos tiene un impacto. Dicen que la realidad es una ilusión muy persistente.
Me interesa el universo de los indígenas por muchos motivos, principalmente porque sobrevivieron a la expansión planetaria occidental y porque son los principales guardianes de los bosques del mundo. Entre ellos siempre permanece intacto lo religioso y lo artístico. Su entorno los provee de todo lo que necesitan, por eso no abandonan su forma de vida. El mundo indígena nos acerca a nuestra identidad más auténtica. Su conexión con la naturaleza nos demuestra que hay un estilo de vida más sostenible. Cuando conoces las injusticias que han sufrido en todos los lugares del mundo comprendes lo importante que es rescatar sus culturas y preservar sus tierras.
Cuando aparecen en mis cuadros es porque quiero reivindicar su presencia, su sabiduría y su resistencia. Todos los grupos oprimidos por el sistema me inspiran una profunda compasión.
Para mí representan al ser humano en estado puro, no como solución si no como base para conocer nuestra verdad más de cerca. Lo salvaje es un estado primario en el que todos somos iguales.
Convivo con un gusto especial por lo exótico, entendiendo la idea como aquello que procede de un lugar extraño y como la necesidad de acercarme a lo diferente. Me atraen las fusiones culturales por su ejercicio de tolerancia y creo que no hay belleza más elevada que la que emana de un corazón bueno y cultivado. Siempre retrato lo que siento y quisiera ser invisible para observar con más detenimiento aquello que no me ve mirando. Tengo tendencia a representar recogimiento o intensidad quizá porque convivo con la idea de que la libertad es lo que hacemos con lo que nos han hecho.
Mis cuadros tienen un aire romántico y tenebrista pero jamás me inspiré en este tipo de corrientes artísticas.
Me gusta pintar personas un poco raras, sobre todo aquellas que para sobrevivir tienen que entender.
Hay algo importante que me viene de muy lejos: una clase de indignación que me convierte en observadora y narradora de una historia que nunca termina. Desde pequeña he vigilado con desconfianza a los representantes del poder y sus manifestaciones. No es la naturaleza; no era inevitable. Es una guerra no declarada por un sistema que es el sustento de todas las desigualdades.
Hay muchas mujeres en mi obra, mujeres que nunca se van a rendir, heroínas anónimas, la mayoría de identidad desconocida. Forman parte de mí y son el vehículo de lo que nos une. Esta sororidad empezó siendo instintiva y con el tiempo se ha transformado en un acto amoroso y deliberado. Nací para ser feminista, de no ser así podría haber muerto de pena. La travesía ha sido muy escarpada, nunca he tenido descanso. Cuando descubrí que había empleado la vida en controlar mi existencia en el mundo de los hombres me asusté mucho. Pero vivo con la idea de recuperarme porque estoy entusiasmada redescubriendo y luchando por el universo femenino, que es fascinante.
Apuesto por una vida lenta, bonita y sostenible donde reine la ternura.
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